miércoles, 23 de mayo de 2012

16ª lectura


                                    Galletitas

A una estación de trenes llega una tarde, una señora muy elegante. En la ventanilla le informan que el tren está retrasado y que tardará aproximadamente una hora en llegar a la estación.
Un poco fastidiada, la señora va al puesto de diarios y compra una revista, luego pasa al kiosco y compra un paquete de galletitas y una lata de gaseosa.
Preparada para la forzosa espera, se sienta en uno de los largos bancos del andén. Mientras hojea la revista, un joven se sienta a su lado y comienza a leer un diario.
Imprevistamente la señora ve, por el rabillo del ojo, como el muchacho, sin decir una palabra, estira la mano, agarra el paquete de galletitas, lo abre y después de sacar una comienza a comérsela despreocupadamente. La mujer está indignada. No está dispuesta a ser grosera, pero tampoco a hacer de cuenta que nada ha pasado; así que, con un gesto ampuloso, toma el paquete y saca una galletita que exhibe frente al joven y se la come mirándolo fijamente.
Por toda respuesta, el joven sonríe… y toma otra galletita.
La señora gime un poco, toma una nueva galletita y, con ostensibles señales de fastidio, se la come sosteniendo otra vez la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continúa entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, el muchacho cada vez más divertido.
Finalmente, la señora se da cuenta de que en el paquete queda sólo la última galletita. “No podrá ser tan caradura”, piensa, y se queda como congelada mirando alternativamente al joven y a las galletitas. Con calma, el muchacho alarga la mano, toma la última galletita y, con mucha suavidad, la corta exactamente por la mitad. Con su sonrisa más amorosa le ofrece media a la señora.
- Gracias - dice la mujer tomando con rudeza la media galletita.
- De nada – contesta el joven sonriendo angelical mientras come su mitad.
El tren llega. Furiosa, la señora se levanta con sus cosas y sube al tren. Al arrancar desde el vagón ve al muchacho todavía sentado en el banco del andén y piensa: “Insolente”. Siente la boca reseca de ira. Abre la cartera para sacar la lata de gaseosa y se sorprende al encontrar, cerrado, su paquete de galletitas… ¡intacto!


COMPRENSIÓN LITERAL
  1. ¿Quién llega a una estación de trenes una tarde?
  2. ¿Cuánto tardará el tren en llegar a la estación?
  3. ¿Qué compra la señora en la estación de trenes?
  4. ¿Qué otra persona había en la estación sentada en el mismo banco?
  5. ¿Qué pasa con la última galletita?
  6. ¿Qué había dentro del bolso junto a la lata de gaseosa? ¿Cómo estaba?
  7. Resume que pasó en la estación del tren.

COMPRENSIÓN INFERENCIAL
  1. ¿Qué quiere decir el autor con la lectura?
  2. ¿Se sintió mal el muchacho cuando la señora le cogía sus galletas?
  3. ¿Cómo se sentiría la señora cuando descubrió sus galletitas en su bolso?
  4. ¿Seguiría la señora pensando igual del muchacho?

COMPRENSIÓN VALORATIVA
  1. ¿Te has confundido alguna vez y has cogido el lápiz, goma o colores, etc. de un compañero y pensabas que era tuyo? Explica como y cuando.
  2. ¿Has reclamado alguna vez a alguien algo pensando que era tuyo sin serlo?
  3. ¿Qué has pensado cuando has abierto tu estuche y ese lápiz o goma estaba dentro?
  4. ¿Cuál de los dos personajes actúa mejor? ¿Por qué?
  5. ¿Debemos enfadarnos con alguien antes de saber bien las cosas?

miércoles, 16 de mayo de 2012

15ª lectura

MI HERMANA AIXA

Cuando papá y mamá me dijeron que iba a tener una hermanita me hizo mucha ilusión, es verdad, pero no pasó aquello de que a mi madre le creciera la barriga ni nada de nada. Cuando nací yo, sí… Bueno, no me acuerdo, pero tía Sonia me ha enseñado fotografías de mi madre con una barriga enorme y después normal, conmigo en los brazos. Aixa no; Aixa no salió de la barriga de mamá: ella vino en avión desde África.

A mí me gusta mucho nadar, a Aixa también; pero ella no avanza tan rápido como yo porque es pequeña y porque con una sola pierna es difícil. Lo sé porque un día, en la piscina, lo probé y me hundía… ¡Tragué tanta agua! Después, a la hora de la cena, la barriga no paraba de hacerme ruidos muy raros todo el rato y Aixa y papá se desternillaban de risa. A veces hago tonterías adrede para que se rían y mamá, que en el fondo también se muere de risa pero se la aguanta, dice que soy un sinvergüenza y que cuando sea mayor seré un payaso.

Durante el recreo, sobre todo los días que llueve, mi hermana siempre consigue golosinas, cromos o, incluso, trozos enormes de desayuno (bocadillos más buenos que los de mamá, que siempre son de pavo y queso de bola), porque se los dan las niñas y niños a cambio de que les enseñe la herida. Cuando lo hace voy yo y, como ya se la he visto muchas veces, vigilo que nadie mire sin que Aixa quiera. Los dos nos reímos de las caras de miedo y de asco que ponen y, una vez, incluso Joaquín, que es mayor porque es repetidor, se mareó cuando Aixa se enseñó la pierna cortada y tuvieron que llevárselo a la enfermería. Mientras se toca las cicatrices, ella les dice que ahora no le duelen, que sólo le pica un poco; pero un día en casa, me contó que sintió un dolor muy fuerte y al acordarse le cayeron algunas lágrimas, pocas. Nunca más la he visto llorar. Me parece que es por eso que a ella ya no le dan miedo las inyecciones y, en cambio, yo todavía muchas veces lloro si me tienen que pinchar y prefiero tomarme un jarabe, por muy amargo que sea. Quien inventó las minas antipersona no tuvo una idea brillante, pero quien inventó las inyecciones tampoco.

Ayer mamá me mostró un folleto donde aparecía un montón de fotografía de cómo va a ser la pierna nueva de mi hermana. Es una pasada; Aixa dice que nunca ha visto una así. La que tiene ahora es de hierro y cubierta de plástico y con un pie negro al final, más oscuro que la piel de Aixa, que es del color de esos caramelos tan dulce que te los comes y se te pegan a los dientes de arriba y a los de abajo a la vez y no puedes abrir la boca. Le diré al señor Bombilla-de-algodón, que es el inventor de la pierna, que se fije bien en el color de la piel de Aixa, porque a nadie le gusta tener un pie de cada color, aunque mi hermana está tan contenta que puede que en esta ocasión le dé igual.

Por tercera vez en su vida, tendrá que aprender a andar, pero dice que no le da pereza porque podrá marcar más goles, podrá ir en bicicleta de verdad, pedaleando y no empujándose con las muletas, sin que nadie la sujete por detrás. Le prometo que le enseñaré a mantener el equilibrio. Me pregunta si le dejaré mi bicicleta. Le digo que sí y pienso que a lo mejor, si rompo la hucha, tendré suficiente dinero para regalarle una nueva. Se la compraré azul oscuro, brillante, que es su color preferido, con marchas.

Así podrá correr, podrá ir más y más lejos, quizá hasta África… Y yo estaré junto a ella.

Meri Torras. Mi hermana Aixa. La Galera.



CUESTIONARIO:

        - Literales:

  1. ¿Por qué Aixa era una hermana distinta (que no había estado en el vientre de la madre del chico que cuenta la historia)?
  2. ¿Quién le enseña al niño que cuenta la historia las fotos de su madre embarazada?
  3. ¿Qué quería comprarle el niño a su hermana Aixa con el dinero de su hucha?
  4. ¿Qué le daban los compañeros del colegio a Aixa a cambio de enseñarles su herida?

- Inferenciales:

  1. ¿Por qué a Aixa le falta una pierna?
  2. ¿Por qué Aixa tiene que volver a aprender a andar?
  3. ¿Cuáles son las otras dos veces que Aixa tuvo que aprender a andar?
  4. ¿Por qué Aixa no tiene miedo a las inyecciones y su hermano sí?
       - Críticas:

  1. ¿Crees que el niño que cuenta la historia acepta y quiere a su hermana Aixa?
  2. ¿Qué opinas de la actitud de la familia de Aixa?